Estaba cayendo la tarde y afortunadamente se había levantado un poco de viento y el calor no era tan asfixiante como días atrás.

A las 7 y media allí estaba yo detrás de los libros esperando a los ávidos lectores de poesía.

 

Pasaron los minutos y más minutos pero no sucedía nada.

Mentira. Vino mi familia, vinieron amigos. Casi todos tenían ya Vía Láctea más tiempos de Cró-Nó y los que no lo tenían, los menos, se lo llevaron, pero del público ávido de poesía, ni uno.

 

Por vergüenza dos, tres o cuatro hojearon el libro que les ofrecí para ver e incluso uno se lo llevaba creyendo que se lo había regalado.

Esta es la realidad de algunos o muchos autores, entre los que me encuentro, pero no me desanimo. Voy a volver el próximo día 16 a las 6 de la tarde hora española a la misma caseta número 364 de Entrelíneas Editores, y no espero nada. Seguiré adelante escribiendo lo que escribo y como lo escribo.