Una tarde que espera… (Continuación, poemas VII y VIII)
(Poemas del libro Ciudad Maldita. Serafín M. Vidriales. Madrid.- 1981
VII
Cada cual se lleva una piedra
es el cuello ya vacío
¿y las rodillas?
duelen
gigantes y cabezudos
madre, hijo
festival para niños pobres bien vestidos
Estaba allí delante. En un tiempo nos amamos mucho; ahora se equivocaba (que si la mejilla, que si la mano) y besaba a la mujer que sostenía mi muerte. Andábamos buscándonos los ojos.
Quieren ponerme 50 kilogramos de goma-2 en las niñas y degustar estas tardes de invierno en solitario
Te doy una canción
sillería del XVIII para discutir políticas
andamiaje de fémures vueltos de hoja
cuídenme mucho la araña con eccemas en la /panza
mientras huyo al mar
Todas las casualidades vistas sobre el cuerpo desacostumbrado a resistir y es la causalidad que el mar me reclame resistiéndome a su mugido.
“La mujer está en su plenitud, cuando, semejante a la hiedra trepadora…” ¿os acordáis de todas estas cosas? ¿Cuándo todos estábamos en plenitud sin eliminar? Mientras exista un poder que racione algún que otro deseo pletórico de vida me sentiré desanimado para existir.
VIII
Sin sexo
sin estropajo adherido a las muelas
decididamente confuso
bajando las escaleras mujeres de piel vendida
esos muslos que no recorren los labios
más
porque aquel día estábamos borrachos
el desprecio alabándote
las taquillas que salen de su habitual refugio
era un día maravilloso que siempre recordarás
era un día que otros no montarán encima
era un día con tanta basura
perseguidos
la caries el único motivo de preocupación
el dolor de pies recordándote que aún estás vivo
en el banco una mujer canta la revolución
en sus gafas
la oscuridad quiere oír
la curiosidad es el recuerdo acurrucados en ese banco a las cinco de la mañana tiritando amándonos como el primer día
era el primer día
y
todo cuanto vives es un recuerdo
dolorido espolón de otro tiempo
y esas luces
¡no quiero verlas más!
tan fatigado está el sudor en el zapato.